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Sobrevivir a las Navidades

Dicen que las Navidades son la época más feliz del año, sin embargo, son cada vez más las personas que me cuentan en consulta (y fuera de ella), lo triste que les ponen estas fechas. Y es que, a no ser que en casa haya niños o una persona con un fuerte espíritu navideño, las Navidades se suelen convertir en "citas obligadas", donde a veces, el reencuentro, los eventos, las cenas y comidas o los regalos, pueden convertirse en fuentes de malestar.




En mi sincera opinión. no hay nada de malo en ello, no hay ninguna policía de la navidad que vaya a tu casa a evaluar cómo vives estas fiestas, y por ello voy a evaluar algunos de las fuentes más comunes de este malestar.


La felicidad

Una de las características básicas de todo aquello que rodea a la Navidad es la exigencia de ser feliz. Aunque es algo que, creo que dura todo el año, en estas fechas, parece que esa búsqueda de la felicidad es algo casi obligatorio, y es que al final la Navidad tal y como se concibe en el mundo occidental, no es más que una gran campaña de marketing, por lo tanto no es de extrañar que todo esté enfocado a que sea. como ya he mencionado, la época más feliz del año.

Las personas tendemos a confundir felicidad con bienestar, y la felicidad es una emoción más de todo el repertorio de emociones que tenemos. No es la meta, ni es el mar en calma. Es un estado emocional, causado por buenos resultados o buenas noticias, pero no es una obligación. Querer buscar la felicidad porque lo dice un anuncio de turrones es lo mismo que querer llorar en todos los funerales a los que vamos.


Si la publicidad no ayuda, mucho menos lo hacen las redes sociales y sus constantes comparativas. Así que, recuérdate a ti mismo que lo que ves tras la pantalla no es 100% real, y que, si tus circunstancias son diferentes, no significa que sean peores.


Mi recomendación en estas fechas es que aproveches los días de descanso para desconectar de redes sociales, y que aproveches para realizar alguna actividad agradable como pasear, llamar a un familiar o un amigo, empezar un nuevo hobbie o simplemente, salir un poco a tomar el sol en esos días fríos y disfrutar del contraste. Recuerda, nuestro objetivo no es ser felices, sino estar bien.


La compañía

La compañía es otro de los grandes reclamos de estas fiestas, y es que nos lo venden muy clarito, cenas de empresa, comidas de amigos, reuniones que solo se hacen una vez al año... En este caso, ni la publicidad ni las redes sociales ayudan mucho porque pueden llevarnos a sentirnos más solos o desconectados al comparar nuestro entorno con las imágenes ideales que nos llegan.

En casos así, estos sentimientos pueden venir por dos motivos, como son sentirnos desconectados de las personas que nos rodean, o por otro lado, carecer de un grupo de apoyo como tal.


Si nos sentimos solos a pesar de estar rodeados de personas (algo muy común), puede deberse a varios factores, pero primero de todo, descarta que sea un problema tuyo. Cuando ocurren estas situaciones, normalmente están relacionadas con la calidad de las conexiones que sentimos hacia los demás, y eso implica lo que doy y lo que recibo. No hay una fórmula mágica para conectar con las personas, pero cuando ocurre, tenemos que ser conscientes de ello. Una persona con la que conecto me sirve de apoyo, con la que la comunicación y la escucha activa es en ambas direcciones, donde hay confianza y calidez. Y no implica una cercanía física ni gustos en comunes necesariamente.

Si crees que esto te puede estar ocurriendo, puedes hacer un breve repaso por tus amistades o personas más cercanas y reflexionar acerca de que crees que falta o falla. Las relaciones de amistad, al igual que las de pareja, deben nutrirse desde la primera semilla y abonarse y regarse con asiduidad. Si piensas en tu grupo de amigos con los que no sientes mucha cercanía, ¿te has preguntado cuantas veces quedáis a contaros cómo os va o cómo se sienten? Estos días de descanso, en los que además muchas personas vuelven de vacaciones, pueden ser el espacio ideal para intentar buscar y encender esa conexión hacia los demás que tanto añoramos, o también para plantearnos si las personas que tengo a mi alrededor son o serán capaces de cubrir esas necesidades.


Si por otro lado, tu círculo social es muy reducido o casi nulo, o estás pensando en buscar uno nuevo, pueden ser buenas fechas para buscar planes que se lleven a cabo a lo largo del año y que impliquen conocer a personas nuevas. Por ejemplo, apuntarte a clases de ingles, pintura o alfarería, o quizá conectar con asociaciones de vecinos o programas sociales donde pongan a diferentes personas en contacto, como asociaciones de juegos de mesa, de senderismo o de amigos del jazz, por ejemplo.


Sea como sea recuerda que hay que tener mucha paciencia, reflexionar acerca de nuestras necesidades y nuestras creencias sobre conocer a otras personas y darnos a nosotros mismos la oportunidad de ser apreciados y queridos.


La familia

La familia es otro de los puntos fuertes del marketing navideño, y aunque en un principio iba a incluirlo en el apartado compañía, he creído recurrente crear un apartado propio. Y es que la familia no es siempre la mejor fuente de bienestar, y en algunos casos, puede llegar a convertirse en una fuente de conflictos o de estrés muy fuerte.


Obviamente, no hay fórmulas mágicas para encontrar una nueva familia, pero es un buen momento para recordar que la familia no lo es todo y, por supuesto, no va antes que todo. La familia la conforman un grupo de personas porque hay un parentesco, pero eso no implica que tengamos que llevarnos bien o pensar igual. Si tu familia es un fuerte generador de malestar, recuérdate a ti mismo que no todo vale en pos de estar en familia, y que podemos llegar a considerar familia a aquellos con los que no compartimos ningún parentesco. Estamos en una época en la que tenemos la suerte de elegir familia y no de quedarnos con la que nos toca.


Si por el contrario quieres pasar tiempo con tu familia pero no te quieres enfrentar a todo tipo de comentarios, también puede ser un buen momento para plantearte establecer unos límites o líneas rojas. Y hacer esto no tiene que significar tener conflictos obligatoriamente, sino que, si lo hacemos de la manera correcta, podemos llegar a tener buenos resultados (pero sin olvidarte de las peculiaridades de cada miembro de tu familia). Por ejemplo, si sabes que alguien de tu familia va a comentar sobre tu físico, tu orientación, tu vida laboral o tu estilo de vida, puedes mantener antes una conversación con esa persona, o con otra más allegada haciéndole saber que ese tipo de comentarios o preguntas te hacen sentir mal. No tengas miedo de expresar lo que sientas, y es muy importante que lo hagamos desde las emociones que nos generan, porque cuando hablamos desde las emociones, nadie nos puede rebatir. Te pongo un ejemplo:


Llego a la cena, me siento y mi tia me dice: Niña, hay que ver cómo te estás poniendo. Podrías hacer un poco de ejercicio. Yo hice una dieta y me quité todo lo que me sobraba, si quieres te la puedo pasar.

A lo que podemos responder: Agradezco que te preocupes por mi, pero cuando me dices este tipo de comentarios, me haces sentir mal y triste con mis aspecto físico. A veces pienso en este tipo de comentarios cuando me miro al espejo y eso ya me arruina un poco el día, y no me gustaría que me arruinaras la noche, porque venía a pasármelo bien con vosotros.


Sí, sé lo que estás pensando. Es mecánico y artificial y a veces no nos podemos ver con la suficiente valentía para decir esto, pero es normal cuando empezamos a expresar cómo nos sentimos. Cuando somos capaces de expresar este tipo de cosas estamos dándole validez a lo que siento, y eso significa que estamos siendo vistos por nosotros mismos. Y cuando somos vistos por nosotros mismos, empezamos a ser vistos por los demás Si quieres, puedes escribirlo en papel las veces que haga falta o incluso ensayarlo frente al espejo. Nadie merece hacerte sentir mal, y mucho menos porque sean de la familia.


Los regalos

Los regalos forman parte intrínseca de todas las fiestas navideñas. De hecho, son tan importantes en estas fiestas, que muchas son parte de la propia decoración. A mi personalmente, regalar me parece algo muy bonito, siempre y cuando se haga desde la responsabilidad y el cariño que le tenemos a esa persona. Sin embargo hay muchos más motivos que fomentan la compra de regalos. Bien porque hay niños pequeños y les hace mucha ilusión, porque nos ha tocado un amigo invisible en la oficina o en el grupo de amigos o bien porque sencillamente aprovechamos estas fiestas para hacer regalos de objetos que sabemos que la otra persona precisaba o deseaba desde hace un tiempo. Sea como sea, la linea que separa la satisfacción de regalar a que se vuelva una auténtica pesadilla es muy fina. Por ello es importante recordar varios aspectos importantes.


Primero de todo, la intención es lo que cuenta, sí, y aunque es una frase hecha, es la verdad. Muchos regalos se hacen como una manera de acercarnos más a las personas, a ese primo con el que apenas hablamos o a las personas nuevas del trabajo, así que tómatelo como eso, disfruta del proceso de buscar cosas que le puedan gustar a la otra persona, pero sin obsesionarte ni entrar en pensamientos catastrofistas. Si fallamos en la elección del regalo, siempre se puede cambiar, y por supuesto, también podremos cambiarlo, acompañando a la persona y así pudiendo conocer más a quién era el receptor de nuestro regalo.


Atención aquí también con la impulsividad de las compras. Evita en la medida de lo posible comprar por internet, puesto que la sensación de gastar dinero apenas se aprecia que si lo compráramos en persona. Comprando por internet perdemos muchas veces aspectos que nos recuerdan que nos estamos gastando nuestro dinero, y podemos caer en el error de no saber calcular bien los gastos, comprar por impulso o capricho o no hacer comparativas y dejarnos guiar por la foto... Además, comprando en comercio físico, estás ayudando a que muchas personas puedan conservar su empleo y continuar con sus negocios. Intenta que las compras por internet se limiten solo a casos extremos, como no encontrar algo en concreto o si nos encontramos afrontando situaciones de ansiedad social y las multitudes no son recomendables.


Si por el contrario eres tú el que recibe el regalo, puede ser que te topes con un regalo que no te gusta demasiado. Si es así, no dudes en hablarlo (en privado) con la otra persona, explícale tus motivos y déjale bien claro que agradeces no solo el objeto en sí, sino que haya invertido tiempo y esfuerzo en pensar y buscar algo que creía que te podría gustar. Puedes invitarle a que te acompañe a cambiarlo y así fomentar un poco más el vínculo de la relación.

Recuerda también tener unas expectativas realistas. No en todas las casas se llena el salón de regalos muy caros, y eso no quiere decir que sea peor. A veces lo que esperamos de una situación porque es como creemos que "debería" ser, puede llegar a jugarnos malas pasadas. Procura disfrutar del momento con los tuyos y de esa ilusión que caracteriza esta época. Focalízate en el presente.


Si por lo que sea nos has recibido ningún regalo, puede ser una buena oportunidad para autoregalarte algo, y no tiene por qué ser un objeto, sino una escapada, un respiro, o una simple tarde de mantita y sofá.




Espero que mis consejos para las navidades puedan servirte para hacértelas un pelin más llevaderas, y recuerda que, aunque sea lo que nos vendan, la navidad no tiene que ser la mejor época del año. Sí que es una buena época para comer dulces, hacer algunos planes extras o disfrutar de unos cuantos días de descanso, pero no tienen por qué ser mágicas. A veces sirve con que sean simplemente tranquilas.


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